viernes, 6 de mayo de 2016

"OJOS DE MAR"

No hace mucho tiempo atrás, tampoco es reciente. Me crucé con una mirada azul. No recuerdo si eran fotos que retrataban a una persona, o eran postales del alguno paisaje, de una playa.
Ella una bailarina alemana en mis tierras, y digo esto como quien dice “un ángel/sirena en estos ríos”. Yo, un actor mediocre con cierto reconocimiento por las garras que pongo en el escenario. Un simple impostor sincero. Un hipócrita hipnotizador de sentimientos. Un fascinado de las historias míticas y sus seres mitológicos. Un enamorado por la belleza que se oculta en la rutina de vivir, la belleza escondida en los recorridos diarios, de la belleza de los ojos azulados de una bailarina.
No era difícil detenerse a verla, a dejarme conquistar por sus encantos. Tenía miedo a que me temblara la voz en una primera conversación. Miedo a decir algo incorrecto que la ahuyentara. ¿De qué le puede hablar un pequeño mendocino a una mujer alemana? ¿Del motivo por el que se encontraba en esta provincia de la Argentina? Mmm… ¡No! Demasiado profundo para una primera conversación. ¿Hablar sobre ballet o arte en general? ¡Nooo!!! Podría morir en el intento. Entonces tuve una epifanía, una revelación, y creo que fue una decisión correcta. Mientras otras personas la atacaban por verla festejar; yo me abrí, tomé mi corazón y la saludé acompañándola en su festejo. Yo siendo, un buen perdedor, la felicité por la obtención de la copa de mundo en fútbol.
Me encontré con una mujer simple, con buen sentido del humor, escribía muy bien en español, miraba directamente a los ojos y sostenía la mirada. Nada parecido a la imagen fría y dura que se podría imaginar de los alemanes, por su increíble fortaleza que los ha tenido siempre como protagonista de la historia universal y por ser cuna de muchas destrezas. Yo me encontré con una mujer que le faltaban abrazos, una niña enamoradiza, un alma libre, un ser único.
Obviamente, quise abrazarla y dejar sus pies flotando en el aire, quise besarla para que mis pies flotaran en el aire. Todo pasó con la velocidad de los enfrentamientos, con la rapidez de las batallas. Ambos nos necesitábamos. Por ello, nos invadimos para conquistarnos. Ella dueña de un principado en este virreinato, yo heredero de la hechicería que aún cruje en este valle.
Nuestro combate fue primitivo, como las luchas de antes, cuerpo a cuerpo, desnudos, sin armas, sin intereses exagerados, solos, sin especulaciones, sin pensar, ahí, sin pasados, sin futuro, ahora. Ella defendió toda su naturaleza de algodón, siendo seda por momentos, tiñéndose de colores variados, entretejiéndose con firmeza en paños húmedos de placer. Yo protegí mi condición de corteza, cáscara del tronco que raspa, que rasca, que lima, que limpia, que pule hasta buscar el brillo.
Esto no podía durar más de lo que duran los duelos sin dolores. Final abierto sin luto, sin lucro. Nunca pudimos hallar un territorio neutral de paz. Ella un ánima del aire. Yo un animal terrestre. Quizá el mar hubiese sido apropiado. Nunca ubicamos el punto de equilibrio de la balanza con tres platillos, donde reposan el amor, el deseo y la pasión en cada uno. Nunca sabremos.
Sus ojos llenos mares, brumaban de felicidad ola tras ola. La manera en la que yo buceaba en ellos, fue como de un tímido investigador marino de poca profundidad. Solamente pude escribir en mi bitácora, “Que sus ojos: son de intenso azul, de intensa apuesta, de intenso mar, de intensa locura, de intenso viaje, de intensa mujer”.

PH: http://es.123rf.com/


JPL(c)2016

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