(Se prende un seguidor)
¿Tenés cambio? ¿Será posible? ¡Nadie tiene cambio en este país!
Está bien, no importa. Dame uno más grande y quedamos a mano.
Bueno, entonces, dame uno más chico y pago la diferencia.
No es culpa mía que vos no tengas cambio.
Para qué vendes si no podes hacerte cargo…
¡Claro que lo quiero! ¡Pero no éste en especial!
Pareciera como que no estas abierto a negociar.
No te acordás, que cuando vine por primera vez, te dije que venía recomendado.
Me lo mostraste. Confié. No te hice problemas. No fui exigente.
Vos dijiste es tanto y yo puse. Y listo. Pero no.
Apenas llego casa, empiezo a verlo en detalle, con la tranquilidad del hogar.
¿Y con qué me encuentro? ¡Con todos los problemas! No uno, todos…
Me imagino a vos también te pasa: cuando comprás algo, queres que te dure toda la vida.
Más aún cuando has pagado tanto.
Pero no es problema mío, si después no sabés a quién vendérselo.
“Siempre hay un roto para un descosido”.
Debe haber otros giles, no creo ser el único.
Además, esto me puede traer muchos más líos de los que yo pueda considerar.
No va faltar quien pregunte: ¿Es tuyo? ¿Te lo regalaron? ¿Dónde lo compraste? ¿Cuánto vale?
Viste como son lo envidiosos…
Pero por qué carajo tengo que dar tantas explicaciones.
Listo, se acabo, dame soluciones. ¿Cómo hacemos?
Yo soy el cliente y vos el vendedor. Yo tengo mis derechos y vos tus obligaciones.
No, no, no, no, no.
¿Cuántas veces tengo que decirte? ¡No quiero éste! ¡Quiero otro!
Mirá, es fácil, vas para allá atrás, hablás con tu jefe o quien sea y me traés otro.
¿Viste que no es difícil?
Tenés razón, para qué me enojo con vos, si vos nada que ver, vos no tomás decisiones.
Andá, llamame a alguien importante, alguien con jerarquía, no me hagas perder tiempo.
Justo ahora que alguien tiene una queja, no esta, no hay nadie…
Que coincidencia.
Ahora, para recibir los elogios y para mostrarse en las fiestas, están todos.
Pero cuando algo los puede dejar mal parados, desaparecen.
Como si los hubiera tragado la tierra.
A que si yo voy para allá, los busco y están todos.
Mirá, terminemos esto ya. Dejá, no hagas nada. Ya voy a encontrar donde quejarme…
¿Quién es? ¡Bueno, por fin! ¡Alguien que entiende!
Uno tiene que tener cuidado de lo que mete en su casa.
Porque aunque no te guste, después, por naturaleza terminás encariñándote.
Después es tarde para reclamar y te jodés. Por eso estoy aca.
Dale, está bien, espero. Con todo lo que he esperado, un poco más no me va a matar.
No entiendo, para qué montar este negocio en un teatro.
Seguramente les quedó chica la lámpara con la que intimidaban, por eso usan un “seguidor”.
Quizá son actores frustrados, como el “Adolfo”, y esta es la única forma de pisar un escenario importante.
Ah, no, son muy astutos. Haciendo esto, manchan la reputación del lugar y de los que trabajan adentro.
Son muy inteligentes…
Buenas noches caballeros… Ya sabrán por qué estoy…
No, esperen. Quizá me explique mal.
Es cierto, no medí mis comentarios.
Muy bien, no se preocupen, yo me voy y no me ven más…
Por favor…
(Apagón abrupto)
Mendoza, 6 de mayo de 2010
Juan Pablo Lemos
(texto presentado a TxI <teatro por la identidad>)
Juan Pablo Lemos
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